Bienvenida/o a mi blog

¡Hola querido lector/a!




Ante todo quería agradecerte tu presencia en mi mundo lejano. Tan solo espero que disfrutes de la lectura. Pero antes, una breve introducción.


Sabrás que es el amor, ¿verdad? No son solo mariposas en el estómago. Y a veces, no son mariposas. Es dolor, angustia, tristeza, aislamiento, temor... pero no siempre. Y ese sentimiento que le da a la vida un toque agridulce, es tan indispensable para vivir como el aire. Es lo que trato de plasmar en cada línea. Si, se sufre y mucho, pero a veces tenemos que sufrir para lograr un objetivo.


Por ejemplo, un escalador tiene que pasar hasta días de frío, hielo, dolor, viento, nieve... para alcanzar la cima de la montaña más grande del mundo, y poder ver una de las vistas mas bellas. Nosotros tenemos igualmente que sufrir para alcanzar a esa persona deseada, a la persona idónea. Pero, una vez alcanzada, se disfrutan de las vistas más bellas de la vida.


Personalmente, después de mucho frio, nieve y algun que otro desprendimiento de rocas, he logrado llegar a la cima. Por ello, te dejo con las huellas que dejé en el camino, y con las vistas que tengo desde esta cima tan hermosa de la vida.




¡Bienvenida/o a la aventura!



Cordialmente



Raúl

sábado, 4 de junio de 2011

Eres Libre

Estaba preparado. No importaba el peligro. Lo importante era ella. Miraba allí arriba, cogiendo un poco de aire. Su ventana seguía iluminada. El parpadeo de la luz de una vela seguía latiendo dentro. Tomé fuerzas. Di un paso al frente. Acerqué mi mano derecha a la empuñadura de la espada, previendo el peligro. Todo estaba en silencio. No me gusta cuando todo está en silencio, y menos en una situación como esa. Miré a la izquierda, a la derecha… ni rastro. Tomé una piedra, no muy grande, y la lancé dentro del vacío castillo. Los botes de la piedra sonaban por todo el edificio, anunciando mi presencia cual campana. Pero, después de unos segundos, seguía sin haber rastro. “Muy astuto”, pensé, con algo de tensión. Sabía que me tendería una trampa, pero no de esa manera. No podía permitirme el lujo de fallar. Ya era el momento de que ella saliera de aquel castillo infernal, después de tantos años encerrada. Era ahora, o nunca. Tenía que poner mis cinco sentidos. Había esperado tanto tiempo ese día, tanto como ella.

Con ese pensamiento en mente, decidí dar marcha atrás, y marcharme del interior del castillo. Con pasos tranquilos. Al salir por la puerta y cruzar el puente de piedra, me dirigí a uno de los árboles frondosos que había a la orilla del foso. Allí estaba mi caballo, en ese momento comiendo algo de hierba. Monté y me marché, pero no adelante. Decidí rodear el castillo, a una distancia prudente, y entrar por detrás. Iba a ser una tarea complicada pero, o lo intentaba por ahí o moriría, seguramente quemado. Después de unos minutos, llegué al muro trasero del castillo. Su altura me dejó impresionado, pero no podía dejar asombrarme de esa manera tan ridícula. La imagen de ella seguía en mi mente. Era por ella que estaba allí, en ese tenebroso castillo. Miré a mi caballo y, de las alforjas, saqué mi ballesta, y una cuerda. Me coloqué el arma en la espalda, y a la cuerda la hice una soga y, después de varios intentos, logré engancharla en el resto del dintel de una ventana. Escalé, intentando no mirar abajo debido a mi vértigo, y logré alcanzar la ventana. Pertenecía a una amplia habitación. En ese momento estaba vacía y llena de polvo, pero en su época seguro se alojaron personas importantes. Abrí la puerta, que daba a un pasillo largo, oscuro, por el cual apenas lograba ver por donde andaba. Despacio, seguí caminando por aquel corredor oscuro. Pero, de repente, algo me sorprendió.

Todo se iluminó de una luz anaranjada. Rápidamente, me ceñí a la pared, y con cautela, me asomé a una ventana que daba al patio interior del castillo. Si, mis sospechas se habían disipado. Era él. Esa monstruosa criatura. Quince metros de alto. De largo….no supe calcularlo. Su boca, llena de inmensos y afilados dientes, todavía expulsaba algo de humo, mientras todo su alrededor ardía en llamas. La idea de acceder a los Cuartos Reales por la puerta principal acababa de esfumarse. El gran dragón, impetuoso, se colocó delante del edificio principal, donde se encontraban dichos Cuartos… allí la tenía encerrada a ella. Respiré profundamente. Sabía como matar a ese monstruo, pero no sabía en qué momento lo podría intentar. Lo peor de todo es que el muy astuto sabía que me encontraba dentro del castillo. No podía esperar más. Agachado, caminé por el adarve hasta situarme detrás del dragón. El monstruo estaba algo despistado. Era el momento. Tomé con delicadeza la ballesta y apunté a su nuca. Disparé. No podía creerlo. Había fallado. Me agaché de nuevo, mirando a mi derecha. Una puerta de madera daba acceso al edificio principal. El monstruo, que ya estaba buscándome por esa zona del castillo, empezó a rugir de manera feroz. Y, en ese momento, se escuchó una melodiosa canción, entonada por una voz dulce y delicada. Era ella:


No temas, amor mío,
aquí estoy esperándote,
llévame lejos de este frío
donde no sepan mi nombre.

Y podamos nuestro amor vivir
sin temor a ningún sufrir,
y podamos juntos estar,
sin temor a despertar.

Porque un sueño viviremos
a partir de este día,
porque una ilusión cumpliremos
si hoy me sacas con vida.


El dragón calló durante la breve canción. Aproveché el momento para entrar por la puerta de madera y, corriendo, subir hasta el piso superior. Al llegar, una simple puerta me separaba de ella. Con mi espada, rompí el candado, haciendo que un sonido fino, pero escandaloso, rebotara por todo el interior, llamando la atención del dragón, que volvió a empezar a rugir. Sin más dilación, abrí la puerta. Ahí estaba ella. De pié, esperándome. Su pelo moreno caía de su cabeza hasta sus delicados hombros. Su cara, bella, hermosa…propia de un ángel, me miraba, con una mezcla de alegría y desesperación. “¡Huyamos, rápido!”, me dijo, dándome su mano. Corriendo descendimos las escaleras, hasta la puerta que daba al adarve. El dragón empezó a expulsar fuego por cada una de las ventanas del edificio principal, hasta que nos vio saliendo. “¡Corre princesa, hasta la 5ª habitación!”, grité con todas mis fuerzas mientras ella salió huyendo. El dragón se dirigió hacia la princesa, ignorándome por completo. El adarve estaba a la altura del monstruo, por lo que era fácil para él poder alcanzarla.

Ahora si que no podía fallar. Tomé de nuevo la ballesta. Apunté a su nuca. Uno, dos, tres… cerré los ojos, y disparé. Un rugido estruendoso sonó hasta el cielo. El dragón cayó. Lo había matado. “Por fin princesa, todo a acabado”, pensaba mientras me dirigía a la habitación por la que había entrado. Allí estaba ella, esperando. Al verme, me abrazó, fuertemente. Durante unos segundos. Ciertamente, todo había acabado. Descendimos por la cuerda, hasta mi caballo, y salimos de aquel lugar, al que nunca volveríamos. Y mientras nos alejábamos juntos, mi alma y mi corazón decidieron cantarla al oido:

Princesa mía, todo ha terminado.
Eres libre, se acabó el llanto,
ahora saldrá el sol, para los dos,
ahora podremos amarnos, sin temor.

Nos esperan momentos de ilusiones
momentos que no olvidaremos nunca
momentos de alegrías y grandes emociones
que compartiremos con las estrellas y la luna.

Todo sufrimiento es pasado,
mira siempre adelante, nunca atrás
ya que tú eres un ángel alado
que merece ser feliz... para siempre jamás.